I was perfect...



Black Swan
2010
Guión de Mark Heyman, Andres Heinz & John J. McLaughlin
Dirigida por Darren Aronofsky


Darren Aronofsky es un tipo muy arriesgado. Hacer películas que duran 83 min (1:23:45) en base a constantes matemáticas, otras que ilustran gráficamente la decadencia física y emocional de un grupo de drogadictos (snorricam con Jennifer Connelly vomitándole a la audiencia incluida), otras de ambiciones galácticas y amores milenarios con bandas sonoras hermosas (cortesía de Clint Mansell), y otras que resucitan carreras muertas otorgando papeles de desgastados luchadores de Lucha Libre, requiere de un cierto par de cojones que muy pocos poseen, especialmente cuando el estilo que caracteriza transversalmente todas estas historias está marcado por una tendencia a la excentricidad visual, al exceso, a lo experimental, y sin embargo, a lo preciso y lo visceral.



Black Swan, como escribió un crítico que no mencionaré (ni le agradeceré por ser la base de esta idea), sería el sueño húmedo de Freud. Y no sin razón: el motivo del Lago de los Cisnes, de Pyotr Ilich Tchaikovsky, es la excusa con la que se nos presenta la historia de una joven bailarina de ballet acosada por los fantasmas de su propia sexualidad reprimida, siendo víctima de una madre controladora y las subsecuentes alteraciones de conciencia que sufre en un espiral Bergmanesco de desdoblamientos de personalidad e ilusiones ópticas y otras literalidades visuales.

Ahora bien, existen varios aspectos en los que Black Swan parece no haber agarrado vuelo. Es otro caso más en que los procesos internos de los personajes reflejan los acontecimientos de alguna obra externa a ellos en la que están involucrados (los conflictos dramáticos del ballet El Lago de los Cisnes son homologables al conflicto interno de Nina, el personaje de Natalie Portman), y por esto es quizá reductible en su complejidad intelectual y en la originalidad de su guión. La incorporación de la obra de Tchaikovsky a los conceptos psicológicos freudianos explorados es innegablemente interesante, y el tratamiento nervioso e intenso de Aronofsky le queda bien, pero a ratos Black Swan cae en excesos difíciles de soslayar, a veces pecando de ingenua cuando coquetea con convencionalidades trilladas en la materia de un thriller psicológico gringo, efectos especiales de por medio (aunque no deja de ser una idea visualmente bella, SPOILERS: ¿teníamos que ver a Natalie Portman convertirse literalmente en el cisne negro?), especialmente cuando se trata de representar el terreno común del desdoblamiento de personalidad -- en este caso, Portman lucha por liberar el Eros de su Thanatos, con el final dejando en claro la fatalidad de esta eterna batalla, incrustrada en los inconcientes de todos los seres humanos. Una batalla siempre fascinante, por lo demás, pero que en Black Swan pareciera caminar muy seguido por la línea del exceso y lo literal.

Muy interesante es además el tratamiento musical de (mi ídolo) Clint Mansell, que, bajo las instrucciones de Aronofsky, llevó a cabo la misma tarea que Tomas Leroy en la película y se propuso hacer una versión alternativa del ballet de Tchaikovsky, mezclando la partitura original con composiciones originales, arreglos instrumentales y electrónicos, orquestaciones con distintos énfasis y otras modificaciones, que crean una banda sonora híbrida, gloriosa e igualmente intensa que la actuación de la Portman. Lástima que bajo las reglas de la Academia, Mansell no será nominado a un Oscar -- pero será una menos de entre las otras numerosas que sí obtendrá, incluyendo la casi segura victoria de Natalie como Mejor Actriz.

En general, a pesar de sus (discutibles) fallas, Black Swan sigue siendo un trabajo de admirable intensidad y obsesión, ideas interesantes y gran despliegue audiovisual.

7/10 (sí, ahora empezaré a dejar ratings)

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