TDKR


The Dark Knight Rises
2012
Dir. Christopher Nolan



Steven Spielberg dijo, “hacer una buena película es muy difícil. Hacer una obra maestra es prácticamente imposible”. Añado a esto, “Hacer una gran trilogía es tarea de dioses, o de Peter Jackson”. Ni siquiera Francis Ford Coppola (El Padrino) pudo hacerlo, y muchos han caído en el intento. Las sagas de Alien, Spiderman, X Men, entre otras, son ejemplos donde el consenso es que la tercera parte arruina la trilogía, ya sea por exceso de ambición, fracaso en cerrar temáticamente la narración, o simplemente la incapacidad de lograr el estándar de calidad. Si ya es difícil lograr que la tercera no sea un fracaso por el peso de las expectativas, imaginad lo terrible que debe ser conseguir que sea la mejor de las tres (conozco MUY poca gente que discrepará conmigo, pero El Retorno del Rey es el ejemplo epónimo de esta excepción a la regla). Christopher Nolan se enfrentaba a expectativas que ponían en vergüenza la distancia entre la Tierra y el fin del universo, y en parte se debe a esto la cavilación del director a realizar lo que hoy es The Dark Knight Rises.

La verdad es que es tremendamente difícil el ser imparcial juzgando una película por la que esperaste cuatro años, y más: TDKR (como me referiré a ella de ahora en adelante) es prácticamente la cinta que más he esperado en la vida, siendo un fan de Batman desde la niñez, queriendo ser partícipe de una historia que le brindara al personaje la mayor oportunidad de desplegar el potencial testosterónico, emocional, político e intelectual que se merece. Bajo ese prisma de infernales expectativas, Nolan cumple cada una de ellas con lo que he llegado a calcular (nerdmente) es el 80% de su capacidad. Objetivamente, TDKR es una película de ambiciones temáticas y narrativas tremendas, aterrizando la trama en la esperable alegoría política contingente, tomando una serie de decisiones correctas que van desde la elección del villano (Bane, al fin un rival que equipara o excede a Batman en todas sus capacidades) hasta el cierre temático de la trilogía (la reafirmación de Batman como un símbolo que sobrepasa las identidades secretas de quienes se ocultan bajo la máscara); entremedio se equipara la escala épica de sus 164 minutos con escenas de una intimidad y fragilidad notable, en particular la relación entre Bruce Wayne y Alfred que, aunque reducida y limitada, logra establecer un efecto en el espectador. Una huella de emoción. Y esto es lo que tengo que decir más fuertemente sobre la película, en términos “negativos” (porque no puedo hablar estrictamente de “fallas”, TDKR no es una película fracasada, es una gran película con muchos pequeños defectos): su ambición es tan grande, y su ejecución final tan restringida, que todo se siente cortado antes de alcanzar la madurez – muchas emociones son verdes, varias escenas parecen apresuradas en su puesta en escena cuando, en comparación, dispositivos similares en The Dark Knight habían funcionado muchísimo mejor.

No quiero ser malentendido. Durante toda la película estuve emocionadísimo, y la media hora final es una inyección mixta de adrenalina e hiperventilación nerviosa, vaticinando (y temiendo ansiosamente) las intenciones de Nolan de llevar la historia a puntos donde no se creía posible. Es sólo que TDKR, dentro de todos sus logros, dentro de toda su genuina emoción, se siente a ratos demasiado dura, con muchas esquinas sin pulir. Su ambición le impide casi por definición el permitirse sutilezas. Así entonces, mucho del desarrollo emocional entre personajes, y dentro de los personajes mismos, tiene que ser lo más directo e informativo posible, sencillamente porque se tienen demasiadas aristas que manejar. Ésta es prácticamente una película coral, donde todos los personajes (Wayne, Alfred, Gordon, Selina Kyle, Bane, Blake, Miranda, Fox, y la ciudad misma) deben alcanzar un nivel de desarrollo y relevancia en la trama que, honestamente, no alcanza en 164 minutos. Como lo comentaba en la salida del cine, TDKR se beneficiaría tremendamente de un corte que durara al menos unos buenos 200 minutos, muy en la onda de El Retorno del Rey.

Uno de los aspectos más interesantes y debatibles de la cinta es, como lo señalé en algún otro review anterior, el comentario político que  muchas películas basadas en cómics desvalorizan. Si The Dark Knight era sobre la política de seguridad interna de EE.UU. post 11 de septiembre, TDKR es sobre la guerra de clases, la revolución social suscitada por la desigual distribución de bienes y una curiosa revisión del funcionamiento actual del capitalismo. Los actos de Bane, el villano, resuenan bastante a los de un “anarco-comunista” (entre comillas muy cuidadas, porque denominar y clasificar corrientes de pensamiento y actuar político siempre es complejo), donde su intención aparente es abolir el liderazgo de los ricos y corruptos y dejar que la gente misma tome el control de su ciudad bajo un estado de ocupación. Bajo este estandarte de “liberación social” se esconden intenciones claramente más oscuras. Pero es esta aproximación la que resulta interesante, porque uno tendería a pensar que de hecho Bane está actuando como un líder del 99% que hoy protagoniza la lucha contra las corporaciones que manejan y manipulan nuestro diario vivir; un extremista de dicha lucha, pero un representante al fin. Reclama por la corrección de la injusticia económica y legal que produce un sistema judicial corrupto, desigualdad social y nula representación popular. Y más interesante aún es saber que Batman, el héroe que todos apoyamos, es en realidad la concreción del ideal capitalista que defiende el derecho a existir de las corporaciones y demases – el mismo Bruce Wayne es un empresario que defiende, en definitiva, sus intereses y los de los demás en cuanto intereses privados. Es quien ayuda a perpetuar el estado actual del sistema, el que lucha en contra de la revolución. Y esto no hace que Batman sea malo, ni que Christopher Nolan sea militante de un partido de derecha neoliberal: como lo dijo el mismo realizador, lo que hace es simplemente setear la historia dentro de un escenario posible, contándonos la historia de cómo ocurriría todo esto en el mundo real – caricaturizando en cierta medida los polos, pero de forma realista sin embargo. Y en la realidad actual, no hay algo más aparente que el intento constante de mantener las cosas tal como están, de acallar las protestas e invisibilizar los conflictos.

Concluyendo esta extensa revisión, no me queda más que reconocer que TDKR es todo lo que debería ser, pero en porciones algo menos generosas de las esperadas. Aún así, es emocionante, hiperkinética, sorpresiva y audaz, y es un cierre más que adecuado a una trilogía que, en un principio, no se previó podía terminar siendo tan exitosa y gratificante. Y tan difícil de calificar objetivamente.

7.8/10   Casi obra maestra.

The Grey


The Grey
2012
Dir. Joe Carnahan


Pocas películas logran hacerte cuestionar y valorar tu vida, la forma en que la vives, y la aceptación de la mortalidad sin volverse majaderamente moralistas ni cursis. La saga completa de Saw se construye en base a la premisa “quienes no valoran la vida no merecer vivir”, pero a través de un festival gratuito de gore y nulo desarrollo de personajes nunca logra evocar una verdadera apreciación o entendimiento de dicha proposición – porque la verdad es que es bastante difícil lograr que tu audiencia, tan disímil por naturaleza, entre en el juego de evaluar sus vidas bajo el prisma de aceptar la muerte como algo espontáneo e inevitable.

En The Grey, Liam Neeson (sólido como siempre) es parte de un pequeño grupo de personas que sobrevive a un desastroso accidente aéreo en Alaska que, además de luchar contra el frío y el hambre, debe defenderse de la amenaza de una manada de lobos que sigue cada paso que dan. Con esta información de antemano, The Grey es engañosa. Su storyline atrae inmediatamente a quienes quieran ver una historia de acción y suspenso – y lo curioso es que cumple esta promesa con creces, añadiéndole a esta desesperante y rítmicamente bien armada historia una contundente agenda filosófica que explora varias aristas de la condición mortal del hombre. Verá Ud., los lobos son una metáfora de la muerte como una amenaza omnipresente que no sigue lógicas racionales o “dramáticamente consecuentes” – como discuten los personajes en cierto momento, el haber sobrevivido al accidente no es una señal de que han sido bendecidos con una experiencia enriquecedora que los exime de morir a manos del frío, el hambre o los lobos; la muerte sigue apareciendo indiferentemente.

 El tema central es la aceptación de la muerte como una fuerza superior a la nuestra; una fuerza que representa la última lucha de nuestras vidas, con la que debemos enfrentarnos con dignidad, pero últimamente aceptar y “dejar que se deslice sobre nosotros”. Es una lucha que siempre perderemos, pero una que define nuestra humanidad mediante la conclusión y apreciación de la vida que vivimos – los personajes se defienden de lo inevitable con un objeto muy cotidiano y sin embargo muy certero: las billeteras con las fotografías de sus familias, la única defensa que tienen contra la muerte siendo los recuerdos de su felicidad. Entendiendo que el tema de la historia es la muerte y el cómo enfrentarla, es que uno tiene la clave para sentirse satisfecho con el final, sin creer que los realizadores se quedaron sin celuloide para rodar la verdadera conclusión – porque sí, estimados, The Grey tiene uno de esos temidos finales abiertos. No lo adelantaré, pero sólo enfatizo: piensen durante la película, ¿de qué me está hablando esto? ¿Cuál es el tema? Y sólo así encontrarán, como yo, que el final es la mejor conclusión posible que podría haber tenido ésta historia.

The Grey, en su totalidad, es una historia filmada de manera sublime, fiel al feeling cinematográfico de narrar con capas de lectura y emociones; sólo muy raramente tambalea cuando quiere adherirse temporalmente a los cánones de película de terror. Pero fuera de eso, es fácilmente una de las mejores películas que he visto en el año.

7.5/10

Brave


Valiente (Brave)
2012
Dir. Mark Andrews & Brenda Chapman


Pixar es un lugar de sorpresas. Aunque guarde a Disney en mi corazón por haber influido tanto en mi crianza como mis padres, la perspectiva que se adquiere con la edad sólo evidencia que muchas producciones del señor Walt estaban demasiado empapadas por convenciones de su época y una muy lenta resolución a ir renovando sus paradigmas. Por ello, hasta el año antepasado cuando se estrenó Tangled (Enredados), y a pesar de los exitosos intentos por “actualizarse”, Disney insistía majaderamente en el formato del musical y la historia de los amantes, arrastrando temas que han carecido de desarrollo desde los tiempos de Blancanieves.

En ese contexto, Pixar sumó puntos cuando hizo su aparición a principios de los 90s, desarrollando historias que, si bien no revolucionaron la narrativa, le concedieron al género de la animación un estatus de terreno en el cual se podían tomar elementos “infantiles” y conseguir resultados que apelaban tanto a niños como a adultos; temas desarrollados con sorprendente profundidad, sutileza y emoción, lo que pronto convirtió al ahora afamado estudio en la nueva y definitiva “fábrica de los sueños”. A tal nivel de maestría llegó su metódico amor por el buen storytelling, que en 2008 produjo lo que recientemente un gran grupo de críticos nombró como la mejor película de la década 2000-2010: WALL E. Esta capacidad de renovar lo ya visto y añadirle capas adicionales, manteniendo como constante la magia de la inocencia y el humor, es lo que hace de Valiente un éxito.

Valiente empieza como la archiconocida historia de la princesa agobiada por los protocolos y exigencias de su condición, buscando libertad y realización personal lejos de la notoria rivalidad que mantiene con su madre. Este roce, construido con un énfasis e intensidad mayores que los vistos en otros relatos similares, es el vértice que sostiene la vuelta de tuerca que toma la película cuando la aventura que vive la pelirroja protagonista es mucho más íntima y compleja que cualquier otra que pudiera haberse elegido – Mérida no tiene que salvar a su reino ni encontrar el amor, tiene que afrontar las consecuencias de una decisión que afectó directamente el vínculo entre ella y su madre, y pone en peligro la vida de ésta última. Con esto, Valiente explora sensatamente la relación madre-hija, la naturaleza de las tradiciones, el mutuo entendimiento y el cómo el destino es una decisión personal. Puede ser verdad que no es tan sorprendente ni emocionante como WALL E, Up o la trilogía de Toy Story, pero su mera amplitud de visión en tratar un tema que antes había sido tan ignorado le vale un gran mérito. Se nota sin embargo el cambio de mano que hubo en mitad del proceso (cuando la directora original fue reemplazada), y el 3D, como es de esperarse, no aporta ningún valor narrativo, y de hecho, ni siquiera potencia en demasía las escenas de acción. No he visto la reciente Cars 2 para compararla (supuestamente la peor película que ha hecho Pixar), pero viendo el resultado final, Brave está bastante lejos de ser un punto bajo dentro de la maravillosa seguidilla de éxitos de esta nueva fábrica de los sueños que es Pixar.



Puntaje: 7/10    Recomendable.