La Visualidad Posmoderna ó: Por qué Lady Gaga es Miss Neobarroco



Tipos como Lipovetsky, Calabrese, Jameson y hasta Baudrillard estarían fascinados con Stefani Germanotta. Y es que referirse a ella -de la forma en que todo el mundo lo hace, Lady Gaga- pone a prueba constantemente la capacidad de asombro y el umbral del grotesque contemporáneo.

En estas mismas fechas, hace un año, no pagaba un peso por ver/escuchar a Gaga. Me parecía un microfenómeno dentro de los montones que surgen en el mundo de la música, cuyo ciclo de vida es de algún modo homologable a la fugacidad de una mosca o un orgasmo masculino. Con Pokerface y Just Dance sonando recurrentemente en el ambiente carretero, parecía ser reflejo de un éxito moderado, suficiente para ganarse el estatuto que te otorga tener un par de temas memorables unos años después: "Lady...Lady... ¿te acuerdas cómo era? Tenía un tema bien bueno que bailé una vez en Miel con un weon que me comí". Se produjeron un par de videoclips en ocasión de su primer álbum, The Fame, que, siendo atractivos en su planteamiento inicial, no prometían más que una reiteración formulaica de la mina populais que canta canciones pegajosas con un cierto esbozo de transgresión estética.


Pokerface, 2009

La escisión ocurre en el lanzamiento de su segundo álbum, The Fame Monster. Siendo musicalmente similar al primer álbum, el giro ocurre en el marketing visual de Gaga, y particularmente en la presentación estética de sus correspondientes videoclips. Con Bad Romance siendo la primera privilegiada en obtener una traducción al lenguaje audiovisual, Gaga, en compañía de los realizadores y asesores visuales que estoy seguro debe tener (porque si no es así, me tomo la libertad de nombrar a Gaga, en este temprano punto de su carrera y mi artículo, una verdadera genius), tuvo el tino de tomar conciencia de los códigos visuales que estaba utilizando, y su contexto cultural y social, para forjar su persona.


Bad Romance, 2009

Bad Romance presenta ya una incursión más cómoda en lo que es en definitiva un imaginario grotesco, exacerbado, profundamente barroco y escópicamente orgásmico. La estética glam de Pokerface halla su camino finalmente hasta lo monstruoso, cuando Gaga se plantea a sí misma de manera siempre mutante, con características muy excéntricas, pasando de la mera insinuación a la explicitación ruda de su fascinación por lo ostentoso, lo sexual y lo retorcido. Cosa de revisar materialmente sus diversas transformaciones en pantalla, donde pasa de figuras antropomórficas a pseudo-monstruos a Gwen Stefani-look-alike a proto-reina; transformaciones que se mueven en diferentes taxonomías, recordando constantemente el concepto de reinvención por el que Madonna es tan conocida. Pero aún así, y como se verá más adelante, Gaga toma varios conceptos, como la reinvención misma, y los desplaza hacia una dimensión hiperbólica.


Telephone feat. Beyoncé, 2010

Varios meses después de Bad Romance, tocó el turno de 'audiovisualizar' Telephone, tema de Gaga en colaboración con Beyoncé Knowles. El guión fue escrito por la misma Gaga y Jonas Åkerlund, quien ocuparía la silla del director. Siguiendo una línea poco tradicional que sólo algunos como Michael Jackson (con John Landis) habían explorado, Telephone se produjo como un cortometraje musicalizado, con algunos tintes de narrativa convencional yuxtapuestos a una ensalada posmoderna de pastiches y exacerbaciones visuales. Lo mejor de Telephone es que no representa en forma alguna una innovación, sino que funciona a modo de la recolección más hiperbólica y frenética de referencias a íconos de la cultura pop en mucho tiempo. En sus nueve minutos y medio de duración (con la canción en sí empezando en las cercanías del minuto tres), Gaga y Åkerlund plagan el videoclip de links que se mueven en planos tanto diegéticos como extradiegéticos, recordando la live-action series de Batman en los '60s, la Thelma & Louise de Ridley Scott, la Pulp Fiction de Tarantino, y una amplia lista de otras referencias que aparecen detalladas generosamente en un artículo de la página de MTV (en inglés):

http://www.mtv.com/news/articles/1633858/20100312/lady_gaga.jhtml

Las referencias son incluso autorreflexivas, como lo demuestra un breve chiste interno referido a la polémica sobre la identidad biológica de Gaga durante la escena inicial en la Prison for Bitches. Con la reflexividad y la intertextualidad siendo pilares fundamentales en la construcción de Telephone, éste se puede catalogar de manera segura e insigne como un producto cultural puramente posmoderno, donde la 'originalidad' y la 'innovación' radican principalmente en la disposición y reordenamiento de ideas ya establecidas que han sido vaciadas de su contenido primero y son utilizadas sólo por su valor inmediato: el pastiche. En Telephone la hipérbole y lo grotesco no es sólo la forma en que Gaga se presenta a sí misma como personaje y como dueña de un mundo visual, sino que ahora lo es también el soporte que ocupa para dar a conocer dicha construcción, mezclando en un caleidoscopio colosal formatos disímiles de tiempos disímiles con posibles disímiles lecturas, todo en un solo lugar. Telephone es el punto de convergencia pop del mismo modo que el 2012 es para ciertos protofilósofos la convergencia del espacio-tiempo.


Alejandro, 2010

Conciente de que había instalado una escisión en su figura como objeto cultural, la próxima incursión de Gaga no podía hacer menos que superar sus esfuerzos previos. Aliada con el fotógrafo Steven Klein, Gaga anunció que la próxima canción en recibir el royal treatment sería Alejandro. Siendo un relativo misterio el concepto y la identidad misma del director, Alejandro fue objeto de especulación por un par de meses hasta que en junio del presente 2010, el video fue publicado en diversas redes virtuales, particularmente Youtube.



Con imágenes bastante poco inocentes, Gaga reemplazó la "línea narrativa" y mayoritariamente intertextual de Telephone por una provocación visual hacia las figuras de autoridad, realizando juegos de cuestionamiento de género y sexualidad en lo que parece ser el contexto de una sociedad totalitarista. En este sentido, pareciera que Gaga está lista para finalmente plantearse como una verdadera provocadora social dotada de un discurso deconstructivista que ya no sólo opera como rebelión hacia los cánones visuales inmediatos, sino también como cuestionadora de procesos socioculturales históricos (porque los cánones visuales también son parte de procesos socioculturales, pero hago una distinción de carácter más que nada didáctico). Lo que hace Gaga es realizar un complejo statement sobre una idea del autoritarismo, realizando paralelos entre la lectura sexual de la sumisión (con ella, la Reina, como la dominatrix que somete a sus subalternos tomando el rol de activa en una parodia de las relaciones homosexuales, además de revertir códigos de masculinidad y femineidad vistiendo a sus soldados con pantimedias y tacos) y la violencia física y simbólica como proceso histórico, jugando con la estética nazi y judía, las referencias a México y España (la Gaga vestida como religiosa es una alusión a los monjes españoles en los tiempos de las Cruzadas) y de ahí, es cosa de hilar una de las posibles lecturas que se desprenden a partir de tal combinación de elementos. Alejandro funciona entonces como una reflexión de naturaleza provocadora sobre la violencia y la dominación, sobre la sumisión de una cultura sobre otra (expresado en el video como una sinécdoque, Gaga como quien ejerce la violencia en nombre de una sociedad o una ideología), revisando ideas tales como el género, la política y la religión. Visto así, Alejandro está lejos de ser un simple videoclip.

Si me preguntan, el hecho de que Gaga esté desplazándose continuamente hacia un uso inteligente de los recursos visuales de los que dispone como ícono cultural, la hace difícilmente una deudora humilde de sus referentes inmediatos. Madonna hizo lo que hizo, instaló un número de códigos que la hicieron quien es hoy. Pero Gaga los está llevando al siguiente nivel.

Los perdedores de Todd Solondz

Sobre Happiness (1998), StoryTelling (2001), Palindromes (2004) y Life During Wartime (2009)
Guión y Dirección de Todd Solondz




Hay personajes con los que el cine no se mete. Son los que generan rechazo, asco, los que desafían la empatía y el bolsillo de los productores que no se arriesgan a contar sus historias. Por ello, quedan relegados al margen que les confisca la voz y les quita todo esbozo de humanidad, siendo representados de manera estereotipada y unidimensional en el imaginario colectivo. Por eso el trabajo de Todd Solondz no es menor; cuando decide incluir un protagonista pedófilo, una niña obesa, un universitario perezoso y nihilista, y todo tipo de personajes con cero appeal de leading character, está en el fondo realizando la noble labor de matizar el lado más vergonzoso de la sociedad: los perdedores.



Solondz realiza una exploración y explotación exhaustiva del pathos en cada una de sus películas, introduciendo personajes absolutamente desconectados de un sentido de la realidad adulta responsable y autodeterminante. Son personas hiperfrágiles, masoquistas, megalómanos, en extremo confundidos y poco realistas. Y entre ellos se hallan algunos tabúes contemporáneos: pedófilos, suicidas, parricidas, profesores que se acuestan con sus alumnas, menores de edad que buscan tener relaciones, etc; todo ese mundo que no se muestra en el mundo mainstream sino bajo una mirada paternalista y moralizante, y como tal, unidimensional. Sin embargo, bajo el microscopio de Solondz, estos insignes perdedores se someten a un intenso proceso de desollamiento que los expone en sus enfermedades y obsesiones de la forma más humana posible, recordando que también tienen deseos y necesidades como todos nosotros, sólo que las de ellos han sido catalogadas como inmorales o poco éticas. Con ello, Solondz cuestiona de manera constante los estatutos morales de la sociedad que margina continuamente a sus individuos 'anormales', desafiando la resistencia del espectador ante lo que parece ser la defensa de lo indefendible.



Pero Solondz no es tanto un superhéroe de los perdedores como es un provocador social, pues su intención no es el ser portavoz de los marginales; es un tipo que, como fue enunciado anteriormente, revierte la moneda y nos muestra los matices reales de una sociedad empecinada en concentrarse y revalidar una y otra vez sus figuras de éxito prediseñadas, incluso aquellos lugares comunes de lo marginal que funcionan como la contrahegemonía, como dispositivos de autocontrol para confirmarse a sí misma como hegemonía. Por ello hay tanta controversia cuando Solondz introduce a un padre que se enamora del mejor amigo de su hijo en Happiness, a una chica preadolescente que quiere ser madre y es violada en Palindromes, y al padre encarcelado por pedofilia y la madre irresponsable en Life During Wartime. Éstas son las figuras que la sociedad no quiere reconocer como constituyentes porque representan al Otro Amenazante, al componente reprochable, y sin embargo Solondz las trata con tanta dedicación y cariño que se hace imposible no sentirse conmovido por la delicadeza con que expone la dimensión más humana de estos culpables, estudiando sus deseos y contradicciones y la impotencia de vivir con ellos en un contexto que los condena y reprime. Solondz no justifica las acciones ni los errores de los protagonistas, pero sí desmitifica su condición de outsiders y les confiere la oportunidad de redimirse permitiéndoles despliegues de gran sinceridad y empatía.



Y en esos momentos de honestidad es cuando Solondz demuestra su mayor fortaleza y sensibilidad: cuando antes pareciera tratar con distancia y desdén irónico a sus perdedores, siempre llega un momento (que de todas formas es una progresión) en que éstos se abren y tienen un increíble despliegue emocional que puede liberarlos o condenarlos, pero que halla su mayor valor en el instante en que los personajes se reconocen como fallidos y heridos por deseos imposibles o remordimientos. Así es como Solondz redime a sus personajes: si bien aún siguen bajo el escrutinio moralizador de su sociedad y del espectador, estos perdedores tienen al menos la oportunidad de definirse como humanos que, como todos los que cabemos en esa categoría, también tienen el derecho a voz.


La mejor escena que ha escrito Todd Solondz. De Happiness (1998).





Bergman a $500




Había pasado inadvertido, y lo lamento. Pero por suerte logré darme cuenta a tiempo (viendo el anuncio en el panel del metro), y hélo aquí: Matucana 100 ofrece un ciclo de cine completo dedicado a mi director favorito, Ingmar Bergman. Desde Crisis (1946) hasta Saraband (2003), el ciclo contempla la filmografía entera del cineasta sueco por excelencia, con joyas como El Séptimo Sello (1957), Los Comulgantes (1963), Persona (1966), Gritos y Susurros (1972) y Escenas de un Matrimonio (1973).

Por qué tu vida no está completa si te pierdes el ciclo o no conoces a Bergman: éste es el tipo que dedicó su vida a decir más sobre el alma del ser humano que casi cualquier otro cineasta en existencia. A veces pesimista, otras derechamente misántropo, y siempre visionario y sensibilísimo, Bergman convirtió el cine en una fascinación por las contradicciones humanas, el dolor, el eros y el thanatos, y toda la gama de emociones que puede llegar a experimentar una persona, con increíble capacidad de expresión del lenguaje cinematográfico.

Si en algún momento se te ocurre decir que te gusta el cine y lo anterior no te conmovió las entrañas, entonces anda a ver la saga de Twilight y sigue creyendo que ése es un verdadero estudio sobre las contradicciones.

Aparte, Bergman está sólo a $500.

http://www.m100.cl/2010_06_bergman.php