Dream is Collapsing

Inception
2010
Guión y Dirección, Christopher Nolan




Lo dejaré claro desde un principio: Inception no me parece más que una película con un guión de maravilla, nothing more. No se trata de ser un snob apreciador del cine fino que ningunea los logros de un blockbuster de acción para privilegiar una delicada cinta iraní que metaforiza sobre la fragilidad de las decisiones de la vida (por citar un ejemplo); Inception, por más que pueda resultar ser una reflexión dolorosa sobre la culpa y las obsesiones, como me dedicaré a (emo)analizar en el presente review, tiene sus fallas; la fotografía de Wally Pfister está sólo ok, las actuaciones algo flojas, especialmente de parte de la Cotillard, y la calidad de laberinto intelectual radica principalmente en su genial estructuración argumental y no en un gran ejercicio de problematización ontológica (digo gran, porque sí hay un planteamiento al respecto, pero no es explotado). Fuera de enumerar dichas fallas, que por lo demás son parte de mi trabajo, me dedico a nada más que alabar la forma que tuvo Inception de atravesarme el estómago, como casi todo sobre lo que escribo. Porque cómo me encanta que me atraviesen el estómago.

La séptima película de Nolan no es, como se podría pensar, sobre invasores de sueños y divertida charla tecnócrata y secuencias de acción de niveles adrenalínicos de peligro clínico, sino sobre (dos) algo(s) mucho más delicado(s) e interesante(s). En primer lugar, es una fascinante reflexión sobre la culpa y el cómo la mente lidia con ella cuando involucra la marca que alguien ha dejado sobre nosotros. En segundo lugar, es el escenario último de la problematización sobre el espacio público y privado. Vamos con cada una.

El tema de la culpa y la obsesión con un alguien que pareciera invadir los espacios de la mente en varios niveles (concientes y, en particular, subconciente) probablemente no me habría fascinado tanto si no tuviera un rollo personal con el tema (digámoslo con todas sus letras, si estos dos últimos años no me hubiese estado jodiendo la psiquis con el recuerdo y la obsesión por alguien que me acosaba al igual que Mal a Cobb). Lo genial de esto es su cualidad universal, porque ¿quién no ha visto sus sueños estropeados por la presencia de alguien que suscita sentimientos diversos de culpabilidad, responsabilidad, pérdida y en general un profundo malestar? Inception nos presenta la oportunidad de sentir por ella, en un nivel emocional/intelectual un poco más digno, lo que las adolescentes sienten cuando van a ver las entregas de la saga de Twilight: una catarsis, una liberación de las frustraciones emocionales a partir de la identificación. En ese sentido estoy en desacuerdo cuando los críticos enuncian que Nolan es emocionalmente torpe; creo que con Inception logró realizar un ejercicio maravilloso de simbiosis entre dos polos reflexivos, emocional e intelectual, donde un conflicto profundamente humano, profundamente ligado a la dimensión emocional, es metaforizado en una historia de un género tan generalmente desligado a cualquier tipo de trasfondo de este tipo, como lo es la acción/sci-fi.



Lo segundo es reconocer en Inception un escenario bastante posible, más allá de que sea una extrapolación de carácter metafísico, del quiebre definitivo del límite entre el espacio público y el privado. El navegar por el subconciente del individuo, el espacio más íntimo imaginable, y poder ahondar en conceptos abstractos como el mundo de las ideas, no es tan sólo un peligro para la práctica de la defensa de los derechos de autor, sino también el espacio para la dominación más radical del individuo, del cuerpo y la mente (hablando de cuerpo en un sentido foucaultiano) allí donde la incepción es el acto de controlar la praxis del sujeto mediante la implantación de una idea que crece en efecto dominó. ¿Se entiende? ¿Qué más apocalíptico que la posibilidad de controlar al sujeto mediante la configuración deliberada de su imaginario? Y como van las cosas, es un escenario bastante posible en el futuro no tan lejano.