Ok, campers, rise and shine!




Groundhog Day
1993
guión de Harold Ramis & Danny Ruben
dirección de Harold Ramis


Se me había olvidado, por un momento, que dedico este blog a las películas que me emocionan. Tienden a ser dramas duros, melodramas y tragedias griegas, porque así me gusta el mundo, gris, sangriento y emocionalmente sádico. Pero de vez en cuando aparece una película que, siendo más ligera de intenciones y tono, logra transmitir una serie de ideas (intelectuales y emocionales) de innegable poder y resonancia. Mi primera asociación a Groundhog Day ocurrió hace unos 12 años cuando se cruzó en mi lectura de mi revista de TV cable, como El día de la marmota, y no llamó particularmente mi atención. Años después, leí que se la consideraba un clásico de la comedia norteamericana, y ahora, un puñado de años adicionales después, por recomendación de un querido amigo mío, terminamos viéndola una tarde de domingo de abril.

Como toda gran película, es una combinación exitosa de elementos. El brillante guión de Ramis y Ruben cruza caminos con las interpretaciones honestas y dinámicas de Bill Murray y Andie McDowell, el interesante montaje de Pembroke J. Herring y la dirección balanceada del mismo Harold Ramis. Pero la mayor fuerza de Groundhog reside en la ejecución de su concepto, el cual ha sido inspiración de intensos debates filosóficos y religiosos para diversos grupos repartidos por el globo. Y si Ud. disfruta de dejar a un lado su pragmatismo para ponerse a pensar en las lecturas que ofrece una "película menor" como ésta, lo invito a reenfocar su aparentemente intrascendente planteamiento.



Phil es un meteorólogo hijo de perra que, sin un motivo aparente más que un designio divino (se agradece la ambigüedad respecto a este tema, también; haberlo explicado supondría una vulgarización del concepto mismo), comienza a revivir una y otra vez el mismo 2 de febrero, celebración del Día de la Marmota en el condado de Punxsutawney. Primero usa esto a su ventaja, aprovechando las nulas consecuencias de sus actos por lo que pronto se le ve incurriendo en actos delictuales, one-night stands, y otros descuidos. Entremedio, agobiado por el peso de una eternidad inevitable, procede a intentar diferentes métodos de suicidio, sólo para darse cuenta que despierta vivo a la mañana siguiente. Pero el verdadero foco de su atención, la productora de su programa (Andie McDowell), es quien provoca en él el viaje más intenso e interesante. Primero se ocupa de crear una lista de todas las cosas que le gustan/conmueven, y luego las pone a furiosa prueba trabajando para pasar una noche con ella, sólo para darse cuenta que sus intenciones, a pesar del continuo borrado de memoria de la mujer a diario, se vuelven más prontamente inútiles. Cuando se da cuenta que está realmente condenado, no le queda más que examinar su propio curso de acciones y empezar a determinar la seguidilla de errores que ha cometido no sólo en este día infinito, sino a lo largo de toda su vida, y comienza un lento proceso para convertirse en una mejor persona. Desarrolla agendas dedicadas a asistir a toda la gente del pueblo que necesita ayuda en ese día en particular, encontrándose de paso con la conmovedora secuencia en que se preocupa de un hombre vagabundo invitándole a comer sopa caliente, sólo para darse cuenta que está designado a morir de viejo todos los días. Esto marca la diferencia definitiva cuando Phil finalmente abandona todo su egoísmo y es capaz de dedicarse por completo al bienestar de otros, conquistando de por medio a la mujer de la que ha pasado años enteros enamorándose, pero sabiendo que sólo puede tener con ella un mínimo momento de plena felicidad antes de que su memoria se reinicie y tenga que "reconquistarla" de nuevo. Sólo cuando ha aprendido a ser honestamente altruista, el ciclo repetitivo del 2 de febrero concluye y también el curso normal de su vida.

Las acepciones que tiene la película distan de ser pocas. Se la describe como una bandera de la espiritualidad en tanto que es una recreación lúdica de la idea del purgatorio y la trascendencia del alma. Personalmente, creo que el aspecto más emotivo es la forma que tiene de retratar el cambio progresivo de Phil desde un ególatra hasta el altruista definitivo cuando, intentando ser encantador y buena persona, descubre que sus intenciones finales siguen siendo autocomplacientes y egoístas, y que la honestidad supone un sacrificio; el genuinamente preocuparse de otros sin esperar nada a cambio, algo que le toma tanto tiempo lograr, se muestra como el momento en que asume que la felicidad está en el momento ínfimo en que puede salvar a otro. Desde que se obsesiona salvándole la vida al mendigo todos los días, sólo para verlo morir una y otra vez, hasta que aprende piano y escultura en hielo para entretener a todo el pueblo y brindarle a Rita, su enamorada, un hermoso regalo ("conozco tanto tu rostro que podría haberlo hecho con los ojos cerrados") -- el camino que recorre Phil atraviesa toda la gama de emociones desde la comedia pura hasta la catarsis más profunda, y por ello Groundhog Day se me hace tan completa y maravillosa. Las películas, después de todo, sí son capaces de dejar algo contigo, un dispositivo de cambio en la forma de una pequeña idea que sientes como la invitación a mejorarte a ti mismo.

7.5/10

Deutschland über alles




Das Weiße Band - Eine deutsche kindergeschichte
2009
Guión y Dirección de Michael Haneke


Haneke solía provocarme una honesta repulsión. Siempre me parecía que cedía a una extraña forma de autocomplacencia y desmesura cuando se refería al tratamiento de la violencia, con su explícito despliegue sádico a un cerdo en vivo (Benny's Video, 1992), y el supuesto estudio de la gratuidad de la violencia en Funny Games (1997) y Funny Games US (2007), y sus finales a veces tan frustrantemente abiertos, donde suelo citar como ejemplo epónimo Caché (2005), donde ya pareciera que el corte final le fue encomendado al albedrío de una vaca que cometió el error de confundir el pasto con el soporte físico de la película.

Se me hacía que Haneke se regocijaba pensando que había realizado un estudio tan inteligente y sofisticado de su tópico fetiche y la verdad es que, a mis ojos, no era más que un sesentón ensimismado con la idea de una violencia formalista que pretendía impresionar o generar nociones trascendentes a través de sus personajes bizarros y su narrativa experimental. Y la verdad es que para ciertos círculos la mirada de Haneke sí es trascendente e inteligente y digna de admiración, pero para varios de nosotros (hablando de mí y un puñado de mis queridos colegas/compañeros de ghetto) no había mucha diferencia entre el erudito de Haneke y gente como Eli Roth o la camada de directores de la saga de Saw.



Pero luego llega Das Weiße Band - Eine Deutsche Kindergeschichte, que con su título ridículamente largo e impronunciable, nos presenta a un Haneke que ha parecido finalmente madurar para reinterpretar la violencia como un acto que no ocurre sólo mediante actos físicos sino también simbólicos, mucho más elaborados y sutiles, de paso ofreciendo una interesante tesis sobre el origen de lo que se conoce ampliamente como el mal absoluto dentro de nuestra contemporaneidad - las políticas Nazi.

Das Weiße Band es irónicamente la película más accesible hasta la fecha de Haneke, lo que muestra precisamente el cambio positivo en el que ha incurrido el director en tanto que es capaz de exponer e incorporar todas sus ideas de una manera tan sobria y austera como la historia del pueblo mismo, sin incurrir en los dispositivos de shock de los que tanto abusó previamente. Éste es un Haneke que comprende que la reflexión no está en el shock sino en el entender el proceso previo a éste (como dijo Hitchcock, el suspenso no es ver cuándo explota la bomba, sino todo el momento en el que está a punto de), y como tal, logra armar una historia donde la violencia aparece íntimamente ligada a manos infantiles (una idea de por sí escalofriante), que sin embargo aparece tan sutilmente expuesta y argumentada que se hace entendible, aceptable y hasta loable. Das Weisse Band es de hecho la prueba de cómo se puede realizar poesía con los horrores más grotescos del hombre, aquellos que ocurren donde todos nos negamos a creer que exista: en las encarnaciones de la inocencia misma, nuestros niños.

8/10