Joven & Hipster


Joven & Alocada
Dirección: Marialy Rivas
Guión: Marialy Rivas, Pedro Peirano, Sebastián Sepúlveda, Camila Gutiérrez
2012






El cine chileno es, si se lo tuviera que describir en una palabra, sintomático. Pero, siendo realistas y concientes, todo el cine lo es. Dentro de toda la diversidad cinematográfica que ha visto la luz en la última década, el único sumario posible es decir que refleja elocuentemente el síntoma del imaginario local; fragmentado, individualista, formalista, desligado, superficial y supérfluo. Nos enfrentamos a salas de cine cuyo público objetivo es nada más que su propio realizador, ávido de masturbación mental y reconocimientos en festivales extranjeros. Nadie se preocupa por el público chileno, la torta demográfica que paga sus cuentas y anda en micro y posiblemente aún tenga acceso a internet sólo mediante los 600 pesos que cuesta la hora en un cybercafé.

La experiencia de ver Joven & Alocada quisiera, en apariencia, distanciarse de ello, pero en la práctica, el análisis menos meticuloso confirma que seguimos en el mismo lugar. Marialy Rivas, con su formación tan íntegramente cinematográfica, dota a la película de un estilo innegablemente lúdico, si bien nunca realmente original, que hace fluir los 90 minutos con relativa liviandad. El problema de Joven & Alocada radica no en sus aspectos técnicos y narrativos, y ni siquiera (tanto) en su insistencia majadera por hacernos tragar la unidimensionalidad de su protagonista obsesionada con la cualidad "liberadora" del sexo, sino en hilos más finos.

Lo que suele molestar en esta seguidilla de películas anecdóticas e individualistas es la total ausencia de una vocación, un esbozo de apelación a una problemática común. Se nos lleva de la mano a través de la historia de una joven de clase alta cuya única característica definitoria es ser una hipster hipersexual inserta en el seno de una familia evangélica. El personaje vive hitos, pero nunca cambia. Y nunca logra provocar en la audiencia reacciones más diversas que la risa a propósito de su 'ingenio lingüístico'. No hay empatía con la protagonista a menos que SEAS la protagonista, o te parezcas a ella, porque sus protodilemas son tan particulares, sin ningún afán de indagación en raíces más profundas, que hacia el final el distanciamiento es casi necesario. Y no es que no haya posibles indagaciones en este contexto: a ratos tiene la rica posibilidad de examinar el complejo mecanismo que opera entre la crianza represiva de un hijo y la explosión conductual que resulta de ésta; pero la película cree fervientemente en la irrelevancia de esto, sustentándose completamente en el carisma de sus formalidades y abandonando una potencialmente interesantísima relación entre Daniela y su madre, y su tía. Uno podría argumentar que esta relación no tenía mayor profundidad en la vida real (la fuente de esta ficción), a lo que uno, con decepción, no puede más que responder: "está bien".

Puntos a favor: como se señaló anteriormente, su tratamiento formal es entretenido, y saca risas. La banda sonora (placer culpable) con Javiera Mena y otros exponentes del mundillo hipster, es casi una experiencia aparte. Pero evite el creer que está en un karaoke.

6/10