Quién Le Teme Al Hijo Ausente




Who's Afraid of Virginia Woolf?
1966
Dir. Mike Nichols
Guión de Ernest Lehman, basado en la obra de Edward Albee


Hacía tiempo que no tenía que tomarme una pausa de una película por razones que no fueran tener que salir, ir al baño o tener sexo. Y es que ver 130 minutos de diálogo imparable sobre personas descalificándose mutuamente a través de juegos sadomasoquistas, verbales y algunos físicos, cansa de manera sobrecogedora. Virginia Woolf es un potente y oscuro recordatorio de lo decadentes que pueden volverse las relaciones entre las personas cuando la convivencia expone sus fallas y deseos ocultos; es un insight con no despreciables tintes bergmanianos a los mecanismos de defensa de las personas en cuanto éstas ven amenazada su integridad, ya sea ésta legítima o una ilusión de rectitud.

Me sorprendió tempranamente el manejo de Nichols de un material sumamente teatral (cuatro personajes, una sola locación, y oleadas interminables de diálogo agudo y sofisticado, que no fueron alterados para la adaptación a cine), cuando podría haber caído muy fácilmente en la 'teatralización' de la imagen. Pero Virginia Woolf está hábilmente tejida en base a la conjugación de escala de planos que permiten su economía de locaciones y personajes. Por supuesto, esto deviene en una sensación in crescendo de claustrofobia que se refleja en el paulatino encierro en los rostros de los personajes, donde la fotografía de Haskell Wexler, a-la Sven Nykvist, ocupa los contrastes de un delicioso blanco y negro para oscurecer visualmente las caras de quienes van lentamente exponiendo sus abismos internos.

Sobre el tema central, debo decir y pseudo-confesar que me llegó bastante. Como propone intrincadamente el título, el cuestionamiento sobre el temor/amor a las ilusiones que construimos y adoptamos para parchar los fracasos de nuestras vidas, si bien acá puede parecer exagerado, no deja de ser pertinente a una universalidad. Todo el drama relativo al hijo de la pareja central, Taylor y Burton, es la fascinante culminación de dicha exploración, donde el hijo -idealizado o no- representa ya la más compleja y enfermiza necesidad por una otra vida, el recurso ficticio con el cual nos engañamos diariamente para que nuestra inevitable e inminente condición de fracasados no nos hiera en las fiestas que damos, en los brindis que proponemos, en las conversaciones más ínfimas sobre retrospectivas y anhelos futuros. Es una reflexión profundamente sobrecogedora y deprimente sobre el fracaso más rotundo de un ser humano, el conflicto del cómo soy/cómo debo ser llevado a una épica con cuatro personajes luchando desesperadamente por sostener las ilusiones que ocultan su pobreza humana.

Con esto que ha leído, le quedará claro que no es una película fácil de ver, pero como la vida misma, con sus dolores y derrotas, debe ser vivida.

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