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Das Weiße Band - Eine deutsche kindergeschichte
2009
Guión y Dirección de Michael Haneke


Haneke solía provocarme una honesta repulsión. Siempre me parecía que cedía a una extraña forma de autocomplacencia y desmesura cuando se refería al tratamiento de la violencia, con su explícito despliegue sádico a un cerdo en vivo (Benny's Video, 1992), y el supuesto estudio de la gratuidad de la violencia en Funny Games (1997) y Funny Games US (2007), y sus finales a veces tan frustrantemente abiertos, donde suelo citar como ejemplo epónimo Caché (2005), donde ya pareciera que el corte final le fue encomendado al albedrío de una vaca que cometió el error de confundir el pasto con el soporte físico de la película.

Se me hacía que Haneke se regocijaba pensando que había realizado un estudio tan inteligente y sofisticado de su tópico fetiche y la verdad es que, a mis ojos, no era más que un sesentón ensimismado con la idea de una violencia formalista que pretendía impresionar o generar nociones trascendentes a través de sus personajes bizarros y su narrativa experimental. Y la verdad es que para ciertos círculos la mirada de Haneke sí es trascendente e inteligente y digna de admiración, pero para varios de nosotros (hablando de mí y un puñado de mis queridos colegas/compañeros de ghetto) no había mucha diferencia entre el erudito de Haneke y gente como Eli Roth o la camada de directores de la saga de Saw.



Pero luego llega Das Weiße Band - Eine Deutsche Kindergeschichte, que con su título ridículamente largo e impronunciable, nos presenta a un Haneke que ha parecido finalmente madurar para reinterpretar la violencia como un acto que no ocurre sólo mediante actos físicos sino también simbólicos, mucho más elaborados y sutiles, de paso ofreciendo una interesante tesis sobre el origen de lo que se conoce ampliamente como el mal absoluto dentro de nuestra contemporaneidad - las políticas Nazi.

Das Weiße Band es irónicamente la película más accesible hasta la fecha de Haneke, lo que muestra precisamente el cambio positivo en el que ha incurrido el director en tanto que es capaz de exponer e incorporar todas sus ideas de una manera tan sobria y austera como la historia del pueblo mismo, sin incurrir en los dispositivos de shock de los que tanto abusó previamente. Éste es un Haneke que comprende que la reflexión no está en el shock sino en el entender el proceso previo a éste (como dijo Hitchcock, el suspenso no es ver cuándo explota la bomba, sino todo el momento en el que está a punto de), y como tal, logra armar una historia donde la violencia aparece íntimamente ligada a manos infantiles (una idea de por sí escalofriante), que sin embargo aparece tan sutilmente expuesta y argumentada que se hace entendible, aceptable y hasta loable. Das Weisse Band es de hecho la prueba de cómo se puede realizar poesía con los horrores más grotescos del hombre, aquellos que ocurren donde todos nos negamos a creer que exista: en las encarnaciones de la inocencia misma, nuestros niños.

8/10

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