Blue is the
Warmest Color
La Vie d'Adèle
2013
Dir.
Abdellatif Kechiche
Lo difícil de escribir sobre
cine, especialmente cuando se supone que uno es un “experto” (término más
ridículo que ése no puede haber), es que existe la convención de que se debe
aproximar lo más posible a un juicio imparcial que dispense las conexiones emocionales
o cualquier accidente de la experiencia particular que le ocurran al crítico
con el visionado de una película – hace años que desistí de este modo porque no
puedo mentirles, estimados; hay películas que nos mueven las entrañas de goce y
emoción como a otros de asco, y ocurre simplemente porque nuestras experiencias
de vida nos configuran de modo tal que apreciamos una misma cosa de modos enteramente
distintos. Así, tengo amigos que absolutamente despreciaron Blue is the Warmest Color, la ganadora
de la Palm d’Or en Cannes de este año – y por el contrario, gente como yo, que
la considera una de las cintas más potentes, honestas, desgarradoras, dulces y
terribles de este año, y de los últimos años en general.
La larga crónica (172 min) del
romance entre Adèle, una joven colegiala, y Emma, una emancipada artista
visual, es un relato exhaustivo y descarnado de una relación que trasciende
absolutamente el detalle menor de su lesbianismo, y la cinta se encarga de
convertir este hecho en la más trivial de las circunstancias. En esta
exploración exhaustiva, la película construye al personaje de Adèle capa por
capa, descubrimiento por descubrimiento, hasta que su relación con Emma llega
al punto de ebullición en que el espectador no puede más que empatizar con su
puro y apasionado deseo por la joven de cabello azul.
No hay grandes vueltas de tuerca,
y de hecho la historia transita por lugares bastante familiares, pero es la
fuerza de las actuaciones y la sinceridad de Kechiche para narrar que
enriquecen el relato y lo hacen irresistible. Incluso las polémicas (y
numerosas) escenas de sexo (una de ellas de 7 minutos de duración) contribuyen
a la sensación general de absoluta intimidad, de una desnudez que traspasa con
creces lo literal y lo físico y termina siendo la evidencia más tangible de la
pasión que ambas protagonistas comparten, y que vuelven la historia tan
universal.
Sí es una película exigente,
principalmente en términos de tiempo. No es para nada compleja de entender,
pero sí puede ser exasperante si vuestros gustos radican en películas muy
sintéticas de 80 minutos que cuenten absolutamente lo esencial. Me declaro
acérrimo enemigo de ese tipo de cine (mientras exploren viajes de personajes, y
no miradas perdidas eternas o planos de árboles), aunque me cueste la cabeza y
mi credibilidad como realizador. Hay historias que se pueden contar en hora y
media. De hecho quizá la mayoría pueden serlo. Pero la dedicación que Kechiche
y otros directores (como Xavier Dolan, con la curiosamente similar Laurence Anyways, revisada hace un
tiempo) le dan a los detalles, al espacio que se merecen los personajes cuando
realmente son queridos y no son sólo vehículos para contar la historia, es lo
que marca la diferencia y hacen que relatos de tres horas se sientan no sólo
satisfactorios, sino trascendentales.
8/10 Obra maestra.