Guerra Mundial Z
2013
Dir. Marc Forster
La última década ha estado
particularmente interesada en explorar hasta el cansancio la metáfora de los
zombies en el cine, y aunque estamos completamente de acuerdo en que la época
que vivimos es idónea para que dicha metáfora sea contingente, la insistencia de
reciclar la misma metáfora de formas someramente distintas no ha logrado
dignificar la figura de los muertos vivientes, ni menos aún su importancia como
comentario social.
Por ello mi primera aproximación
a Guerra Mundial Z venía empapada con
los comentarios sobre su “mirada fresca e inteligente sobre el fenómeno zombie”
(como enuncia Rotten Tomatoes), y, de nuevo, aunque no soy un acérrimo fan de
este subgénero en específico, me vi moderadamente entusiasta en el visionado.
Guerra Mundial Z empieza portentosamente, con un sentido abrumador
de desorientación y caos colectivo que es efectivo y poderoso. Está claro desde
un principio que su finalidad no está en el desarrollar personajes sino en
explorar la escala de una catástrofe masiva; que los personajes en los que nos
focalizamos son sólo vehículos que nos llevan a través de la exploración de
este dantesco escenario (palabra que utilizaría un periodista local para
describirlo), y que el drama humano, más que en la identificación con el
personaje de Brad Pitt y su familia, estaría en el examen del cuán
desesperanzada y perdida está la humanidad restante ante la innegable opresión
de la pandemia zombie. Al menos, hasta la mitad de la película, ése es el tema:
el aspecto geopolítico de una pandemia hipotética, el cómo cada país protege
sus propios intereses en vista de una catástrofe global, y el eventual fracaso
de sus medidas.
La segunda mitad de Guerra Mundial Z está sujeta a una
intensa discusión entre críticos, público general y asiduos del material
original, la novela de Max Brooks. Como sabrán algunos de ustedes (o quizá no,
por eso procedo a contarles), esta película sufrió de tremendas complicaciones
durante su producción, lo que obligó a refilmar, a expensas de un costo
considerable, alrededor del 40% de su duración total, con un guión que tuvo que
ser reescrito en pleno rodaje y haciendo vivir a los realizadores su propia
catástrofe masiva. Efectivamente la segunda mitad se reduce mucho en escala,
siguiendo sólo a Brad Pitt y a Segen, militar que ayudó a salvar de la muerte,
mientras siguen las pistas que pueden o no llevarlos a descubrir una forma de
derrotar a la plaga, o en el peor de los casos, ayudar a ganar tiempo para
organizar un contraataque eficaz. Mientras el final original concordaba en su
masividad con las escenas anteriores, el tercer acto de la película terminada
es mucho más similar a los lugares comunes del subgénero: caminatas silenciosas
en pasillos oscuros, estrategias de supervivencia, y básicamente una dinámica
muy similar a lo que sería un videojuego; lo que en sí no está mal, pero al
olvidarse de todo lo anterior convierte la cinta en un territorio ya transitado
que no ofrece las ventajas de una reducción de escala – si se vuelve más
pequeña, tiene la oportunidad de explorar mejor a los personajes, pero a estas
alturas Brad Pitt es sólo Brad Pitt; es la única dimensión que tiene, y se
recae en la premisa del héroe que tiene que salvar a la humanidad. Su deseo de
volver con su familia se vuelve superfluo e irrelevante para el espectador, y
la exploración inicial de la película se disipa en un final que se nota forzado
y fuera de lugar – y además, recicla su resolución de otras cintas antes
vistas, por lo que en estricto rigor, la metáfora zombie no se renueva.
Aún así, en mi humilde opinión, Guerra Mundial Z es una cinta que no
carece de interés, particularmente por la fuerza con la que su primera mitad
retrata el caos colectivo y los aspectos geopolíticos de una catástrofe a
escala global, y por algunos momentos de intensa acción y buenos efectos
especiales.
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