Iglú
2013
Dir. Diego Ruiz
El debut como director del actor nacional Diego Ruiz (Navidad, Drama) consigue un logro no
despreciable: condensa, en noventa minutos, el sueño del artista chileno de
desplegar toda su pretensión cosmopolita wannabe y, así, ser un compendio de
clichés del cine nacional de “circuitos alternativos”. El protagonista joven,
artista, de sexualidad conflictuada, fármaco-dependiente, solitario, que se
desdobla y encuentra a través de la propia soledad y conflictos de su vecina
psicóloga, bizarro-parlante, herbofílica – el checklist está completo. La trama
transita íntegramente por los lugares comunes de la intimidad como refugio del
mundo, la necesidad de ser salvado por otro, el artista como un individuo
sensible, conflictuado y en un grado incomprendido; temas que, siendo sinceros,
no está nada mal abordar (aunque son prácticamente los únicos que se abordan),
pero en el contexto del cine nacional, y específicamente bajo el tratamiento
que Ruiz les otorga, se ven dramáticamente disminuidos por su incapacidad para
ser plasmados de forma fresca y efectiva, y el resultado es, como se lo
describió al principio, un popurrí, una enciclopedia de todas las fascinaciones
estilísticas de los jóvenes realizadores chilenos que ven un Xavier Dolan (o
incluso una Marialy Rivas) y quieren de inmediato imitarlo, pero difícilmente
es un esfuerzo que se sostenga por sí mismo.
A ratos Iglú tiene
buenas intenciones, como hacer florecer la relación entre el protagonista,
Daniel, y Paula, la psicóloga, pero ambas caracterizaciones son tan plásticas e
inaccesibles (lo cual es extraño para tratarse de una película dirigida por un
actor que además protagoniza su propia cinta), que los momentos en que debiese
estar más expuesta su vulnerabilidad son sólo retazos de un clímax que se
deshizo a mitad de camino; el guión se salta varias vías que habrían sido muy
útiles para intentar suavizar y darle fluidez al encuentro entre estos dos
personajes solitarios, y la ausencia de estos caminos sólo hace que el
conflicto dramático parezca fácilmente resuelto y se pierda intensidad hacia el
momento más “emocionante” de la historia. En general este tipo de películas
nunca convergen en un clímax intenso (el novísimo
cine chileno padece de anorgasmia), pero éste en particular se siente
estéril y poco apropiado. Hay una sexualización de la intimidad que parece muy
superficial, como si la búsqueda del otro fuese de manifiesto siempre física y
la soledad estuviese ligada meramente a la necesidad por el cuerpo ajeno. Es
cierto que en un primer nivel esto puede llegar a ser cierto, pero la cinta se
niega a indagar más allá de esta idea y al final los personajes pareciesen
estar perdidos en un tipo de soledad muy somera, y en realidad, poco
interesante.
Al final, Iglú no
es más que un experimento narcisista que deja entrever una sensibilidad
cinematográfica amateur, que aún no logra definirse en cuanto al tino para
tratar los conflictos que propone narrativamente. Ante este escenario, uno no
puede sino esperar que, al igual que Xavier Dolan (el chiquillo que tantos
talentos nacionales citan y adoran), Ruiz sea capaz de superar su fascinación
consigo mismo y encuentre mayor honestidad y escrutinio en un esfuerzo futuro.
5.5/10 Medianamente
interesante.
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