Laurence Anyways
2012
Dir. Xavier Dolan
Ésta es de esas historias de
ironías estratosféricas, de la vida burlándose de uno y obligándolo a tragarse
su orgullo. Porque si pudiera expresarles en palabras (civilizadas) el odio
superlativo que le tenía a Xavier Dolan, joven hipster sobrevaloradísimo de la
escena cinematográfica “alternativa”, podrían comenzar a dimensionar lo que
sucedió en el momento en que decidí, inadvertidamente, exponerme a la
experiencia de visionar su tercera película. Habiéndome decepcionado con creces
como espectador y como ser humano con su segunda, Les Amours Imaginaires (2010), Dolan estaba a priori condenadísimo a moverse dentro de los márgenes del
limitado juicio que tenía sobre él, incluso a la luz de una poderosa premisa
para Laurence Anyways: diez años en
la accidentada vida de una pareja cuya mitad masculina decide realizarse una
operación de cambio de sexo.
Pero Dolan, incluso sin abandonar
por completo su molesta afición por las autoindulgencias y los clichés del
“cine arte”, elabora acá una experiencia emocional formidable al retratar no
sólo las peripecias de lo que significa, personal y socialmente, el fenómeno
transexual, sino que nos lleva de la mano a través de una épica humana
dolorosa, profundamente honesta, orgánica y química sobre la naturaleza del
amor y las relaciones – a través de los personajes de Laurence y Frédérique, somos
testigos de los esfuerzos descomunales de cada uno por lograr la plenitud
propia, el esfuerzo descomunal del apoyo hacia la pareja y la desintegración
interna que puede producir, la pasión descarnada, los roces iracundos, la
nostalgia, la necesidad del otro, y cuantos pequeños detalles caben en las tres
horas que Dolan se toma para contarnos esta historia que, entremedio de toda su
afición por lo kitsch y lo sobre-elaborado, encuentra un puñado de momentos de
simplicidad y honestidad desgarradora. Incluso esas autoindulgencias se le
perdonan cuando es la fortaleza de sus propios personajes (y las tremendas
actuaciones) las que apoyan las metáforas visuales rebuscadas otorgándoles
validez y empatía – la cascada mojando a Frédérique en su primer reencuentro
simbólico con Laurence en años, la particular lluvia que los moja en la
secuencia de Île au Noir, y sobre todo la escena de la fiesta de Cinébal.
Es una película que dista mucho
de ser perfecta, con sus pequeños manerismos y pasajes que claramente sobran,
pero que en su imperfección se completa. Y no es una película sobre la
transexualidad tampoco – éste es el mecanismo que usa para explorar su
verdadera y mucho mayor ambición: el amor, su devoción, sus fortalezas, sus
debilidades, pero a fin de cuentas, su innegable e inagotable trascendencia
incluso en el más recóndito de los contextos.
Y es así, en medio de esta inconmensurable
ironía que me vi protagonizando, que Xavier Dolan, otrora sujeto detestable y
asiduo candidato a ser quemado en la hoguera del cine, produjo la que hoy debo
considerar la más reciente adición a mi top diez de películas favoritas. Cabe
aclarar, estimados, que esto no significa, como sabrán, que la película sea
igualmente para todos la experiencia que fue para mí y que terminará en el top
diez de todos – porque eso es lo bonito del cine y de todas las cosas en
verdad, para todos puede ser algo distinto. Pero Laurence Anyways, sea cual sea el veredicto que le dé cada uno de
ustedes, es definitivamente una experiencia.