CARNAGE
2011
dir.
Roman Polanski
Me permitiré un pequeño parrafillo
introductorio (y me disculpo si suena majadero) sobre historia del cine para
entender de lleno sobre qué tipo de tierra se para Un Dios Salvaje.
Bajo
el concepto de obras de cámara, o chamber
plays, se han producido algunas de las mejores películas de la historia del
cine. Aunque es un concepto propiamente del teatro, fue adaptado a la
cinematografía en los años ’20 principalmente por los alemanes (en lo que se
conoció como Kammerspielfilm) y fue
explotado por genios del calibre de F.W. Murnau, John Cassavettes e Ingmar
Bergman. La gracia de la obra de cámara es que utiliza muy pocos personajes
(generalmente tres o cuatro) en un espacio delimitado y claustrofóbico que
fuerza una gran intimidad para con ellos, y siempre son estudios psicológicos
profundos independiente de la tonalidad en que se interpreten – ya sea un drama
corrosivo y denso como la gran ¿Quién le
teme a Virginia Woolf? (1966) o una comedia negra como la que nos acaba de
entregar Roman Polanski, donde dos parejas de padres se sientan a discutir las
circunstancias y consecuencias de una pelea que involucró a los hijos de ambos.
Siempre es un éxtasis ver cuando los actores se divierten con el material que
se les entrega, y ver a Kate Winslet, Christoph Waltz, Jodie Foster y John C.
Reilly ir socavando lentamente su carácter civilizado hasta caer en el más
absurdo infantilismo y mutua destrucción es un espectáculo que, aunque
minimalista, es raro de encontrar en estos días. Simplemente se nota demasiado
que lo pasaron estupendo interpretando a personajes tan despreciables y aun así
tan entrañables, explorando el cinismo y la superficialidad de los mecanismos
del “comportamiento civilizado” y el “sentido de comunidad” que tanta gente se
adjudica y que en verdad son de las creencias más petulantes e ingenuas que
pueden existir. Toda la película (y la obra en que está basada) gira en torno a
la premisa nihilista de que las buenas costumbres son en verdad miserables
fachadas y que en verdad lo que nos gobierna es la pura violencia.
En míseros ochenta minutos Polanski logra
dirigir a sus actores hacia un choque cuádruple caracterizado por un ritmo
imparable aunque en ocasiones repetitivo y exhaustivo; siempre es un riesgo
realizar una obra de cámara por el simple hecho de que la claustrofobia
provocada por la utilización de un solo espacio asfixia muy pronto, y se vuelve
una responsabilidad casi exclusiva de los actores (y el director) dejarlos
llevar el peso de su encierro. Dicho eso, y reconociendo que son los cuatro
protagonistas los que llevan exitosamente la película en sus espaldas, hay que
decir que Polanski ha visto mejores tiempos en lo que se refiere a representar
el encierro y la asfixia. Un director que produjo algunas de las mejores
películas sobre el tema (Repulsión, El
Arrendatario), acá se limita a dejar que la cámara y en general todos los
recursos cinematográficos tomen un rol muy pasivo y secundario – al contrario
de ¿Quién le teme a Virginia Woolf?
donde Mike Nichols le da notoriamente un feeling cinematográfico a lo que
podría haber sido muy fácilmente una penosa muestra de “teatro filmado”. Un Dios Salvaje no cae en ese terreno
tan triste, y hace bien en dejar que su elenco cargue el peso de todo sin
forzar las visuales a ser innecesariamente artificiosas, pero sí se echa de
menos un rol un poco más agresivo y creativo en la forma de abordar esta
intervención de la privacidad.
6.5/10 Muy interesante.