Mi
Último Round
Dirección
y Guión: Julio Jorquera Arriagada
2011
Aprovechando una nueva instancia de lucha por
la igualdad de derechos y no discriminación a las minorías sexuales, me parece de lo más acertado revisar cómo se
ha representado la homosexualidad en el cine chileno.
Uno tiende a pensar que un buen tratamiento
de dicho tema vendría siendo un planteamiento conflictivo que se refiera a la
homofobia, la discriminación laboral, la
heteronormatividad y el gran manojo de problemas que comparten no pocos
homosexuales en Chile y el mundo; dicha forma de abordar el tema, en principio,
está bien, porque nunca se puede dejar de lado el visibilizar estas cosas. Por
otro lado, y personalmente, estoy un poco chato de seguir encontrándome con
películas que hagan un uso ostentoso de la homosexualidad (la palabra exacta
que quiero usar es gringa, ‘flamboyant’),
ya sea por la hipersexualización gratuita y el fracaso en otorgarle
tridimensionalidad a sus personajes (`Joven
y Alocada`), o el uso de ésta como un mero instrumento de autorreferencia
–hola, soy el director, soy gay (o encuentro choro serlo) y por eso todos mis
personajes/historias son gays- (el cine de Xavier Dolan, o volviendo a Chile,
bodrios como 199 Recetas Para Ser Feliz
y múltiples trabajos de escuela con los que me he encontrado). Es en mi humilde
opinión que la mejor representación de la homosexualidad en el cine es aquella
que la trata como lo que es: como cualquier otra cosa, sin adornos, sin que la
realidad inmediata de los personajes esté en constante conflicto por ello. Es
la representación del mundo ideal al que aspira la lucha, y aunque es prudente
decir que sí, se está lejos de eso aún, es la fluidez y normalidad del relato
la que la hace llevadera. No todas las historias tienen que tratarse siempre de
lo mismo – no todas tienen que ser Philadelphia,
Angels in America (VIH/SIDA), Secreto
en la Montaña (amores imposibles entre la discriminación) u otras que denigren
la homosexualidad en un mar de clichés (la promiscuidad, lo flamboyant, la “vida licenciosa”). Este
punto es la mayor fortaleza de Mi Último
Round.
El director Julio Jorquera no tiene interés en desarrollar el cliché de conflictuar a un personaje que por antonomasia exuda “masculinidad” añadiéndole a la receta su homosexualidad. En lugar de eso, explora dos personajes que, estando juntos para empezar una vida nueva lejos de casa, ambos enfrentados a una pérdida, descubren que en realidad nunca se fueron de ahí. Uno nunca se aleja de su pasión por el boxeo; el otro divaga en su búsqueda por un lugar estable y cómodo. Es una historia bastante bien armada, cíclica, carente de gratuidades, bien escrita y filmada con contención e inteligencia, con un buen manejo del ritmo y la mezcla entre drama y momentos humorísticos; no es pretenciosa ni indulgente – es una película para una audiencia chilena, con un casting pertinente para ello y no para un comité que evaluará su distribución en Holanda y Francia. Está bastante bien actuada – especialmente por Roberto Farías y Manuela Martelli-, y es el bombón que sobresale entre los pasteles del reciente cine chileno –perdón por eso.
El director Julio Jorquera no tiene interés en desarrollar el cliché de conflictuar a un personaje que por antonomasia exuda “masculinidad” añadiéndole a la receta su homosexualidad. En lugar de eso, explora dos personajes que, estando juntos para empezar una vida nueva lejos de casa, ambos enfrentados a una pérdida, descubren que en realidad nunca se fueron de ahí. Uno nunca se aleja de su pasión por el boxeo; el otro divaga en su búsqueda por un lugar estable y cómodo. Es una historia bastante bien armada, cíclica, carente de gratuidades, bien escrita y filmada con contención e inteligencia, con un buen manejo del ritmo y la mezcla entre drama y momentos humorísticos; no es pretenciosa ni indulgente – es una película para una audiencia chilena, con un casting pertinente para ello y no para un comité que evaluará su distribución en Holanda y Francia. Está bastante bien actuada – especialmente por Roberto Farías y Manuela Martelli-, y es el bombón que sobresale entre los pasteles del reciente cine chileno –perdón por eso.
Puntaje: 7/10 Recomendable.